Consecuencias de la explosión acústica submarina en el Ártico.

Un importante impacto sobre especies marinas.

Los mares y océanos no son un reducto de paz y silencio ni un submundo lleno de vida apacible, el ruido causado por el hombre está invadiendo, también, el espacio submarino virginal. La actividad humana está afectando al equilibrio marino de múltiples formas y entre ellas, destacan las prospecciones petrolíferas como actividad nociva para la ecología oceánica.

La búsqueda sísmica de hidrocarburos está causando un impacto en la fauna marina de consecuencias todavía no conocidas en su totalidad.

Greenpeace está siendo testigo de sondeos sísmicos en el Ártico. Sondeos que consisten en explosiones acústicas submarinas. Cada 10 segundos, durante las 24 horas del día y los siete días de la semana se producen cañonazos sonoros que alcanzan los 259 estruendosos decibelios. Para que nos entendamos se trata de un sonido ocho veces más intenso que el del motor de un avión. Cubrirán a cañonazos un transecto de siete mil kilómetros en busca del preciado tesoro.

Utilizan, para ello, unos cañones de aire comprimido que producen una onda sónica. Al rebotar en el fondo marino llega de nuevo a superficie donde se registra y permite a los geólogos detectar formaciones subterráneas, llamadas trampas geológicas, donde pudieran haber quedado atrapadas bolsas de gas o petróleo.

El deshielo estacional del Ártico, así como el provocado por el cambio climático, están facilitando la proliferación de sondas sonoras en la zona. Pero desgraciadamente estas prácticas ya se venían produciendo en otras latitudes desde hace demasiado tiempo. En la costa de Perú, en la playa de Lambayeque, aparecieron cerca tres mil delfines muertos. El posterior análisis forense determinó que los delfines padecieron un síndrome de descompresión aguda con fracturas en huesos perióticos (oído interno) y hemorragia en el oído medio. Todo provocado por explosión acústica.

En California, las autoridades prohibieron sondeos sísmicos para analizar la red de fallas geológicas que rodean la central nuclear de Diablo Canyon, la última planta nuclear en funcionamiento de California. Pretendían acopiar datos relativos a la frecuencia e intensidad de movimientos sísmicos que pudieran afectar a la central. La protección de los recursos pesqueros ante la certeza de la gran mortandad que se provocaría en larvas, huevos y ejemplares juveniles se impuso esta vez a los intereses de la central. Aun así serían las poblaciones de cetáceos las más afectadas al sufrir pérdidas de oído, un órgano que usan tanto para orientarse como para comunicarse. Padecerían alteración de rutas migratorias, varamientos y aumentos desproporcionados en sus niveles de estrés.

Con la esperanza de que los océanos recuperen su silencio habitual, la Silent Oceans Campaign promueve la implantación de un marco normativo internacional para reducir la contaminación acústica de los mares.